Los países de origen a menudo perciben la emigración de personas altamente calificadas como una fuga de cerebros, una pérdida de las habilidades necesarias para promover el crecimiento económico y el desarrollo de sus países. Sin embargo, existen factores que pueden compensar en cierta medida este hecho, si las personas regresan o transfieren dinero y habilidades a sus hogares (OCDE, 2012b). Si bien la perspectiva de la migración puede motivar a una mayor parte de la población residente a invertir en educación (Beine, Docquier y Rapoport 2008), esto está condicionado a que la emigración no supere ciertos límites.
En 2010-2011, uno de cada tres emigrantes de las Américas tenía un nivel educativo bajo (inferior a la secundaria superior), frente al 15% que tenía un nivel educativo alto (terciario). Los emigrantes de países centroamericanos como México, El Salvador, Guatemala y Honduras tenían la proporción más baja de personas con altos niveles de educación (un promedio de 7%). Los emigrantes de las Américas en los Estados Unidos tenían niveles educativos mucho más bajos que la población nativa u otros migrantes. Sin embargo, este no fue el caso de España, donde el porcentaje de personas con bajo nivel educativo fue mayor para otros migrantes (+6) y para los nacidos en el país (+14) que para los migrantes de las Américas.
(Cuadro 7: Distribución del logro educativo de los emigrantes de las Américas por nivel, sexo y país de origen, 2010-2011)
La división norte-sur con respecto a los destinos de los inmigrantes de las Américas12 está acompañada de diferencias paralelas en los niveles educativos de las poblaciones migrantes de las dos regiones. En 2010-2011, había menos inmigrantes en los Estados Unidos en los extremos alto y bajo de la distribución del nivel educativo en comparación con los que vivían en España.
En la mayoría de los países, la proporción de emigrantes con educación terciaria de las Américas es mayor que la población residente en los países de origen (Gráfico 8). Esto es generalmente típico de las poblaciones migrantes, donde los que tienen más educación están mejor capacitados.
(Gráfico 8: Proporción de personas con educación terciaria entre los emigrantes de las Américas en Estados Unidos y Europa y la población residente en los países de origen, 2010-2011)
beneficiarse de las oportunidades laborales y financiar la migración que las personas con poca educación. Sin embargo, los rendimientos relativos de la migración pueden ser mayores para aquellos con educación baja que para aquellos con educación alta, lo que les permite superar la barrera del costo de la migración cuando se financia a través de préstamos, por ejemplo.
En sus poblaciones de emigrantes, Estados Unidos, Canadá y Venezuela tienen la mayor proporción de personas con educación terciaria, con hasta un 60% en el caso de Estados Unidos y aproximadamente un 45% para los otros dos países.
Sin embargo, existen importantes excepciones a este patrón, siendo la más destacada México, donde la frontera común con Estados Unidos, además de las redes migratorias existentes, sin duda han jugado un papel en el impulso de la migración de personas con menor nivel educativo. Otras excepciones son República Dominicana y Ecuador, donde los acuerdos bilaterales con España han facilitado la migración de trabajadores para trabajos de baja calificación.